Desde Rio de Janeiro. Entre otras cosas más graves, la pandemia logró algo que parecía imposible: ralentizar la frecuencia de viajes a Brasil, un destino que solíamos visitar como mínimo una vez por mes independientemente de la coyuntura bilateral.

Huelga decir que la sinergia con el país vecino es sustancial y que lo que suceda acá impactará directamente allá (y viceversa). El nuevo Citroen C3 es un exponente más de este linaje y por eso, tras casi tres años en lo personal, volvimos a Brasil para participar de la avant premiere de una de las apuestas fuertes del doble chevrón para este año.

Antes de hablar del C3 es menester hacer mención a C-Cubed, un plan estratégico de Citroën que implica el lanzamiento de tres modelos durante estos tres años (‘21, ‘22 y ‘23), siendo el C3 la punta de lanza del proyecto.

En lo macro, Citroen se apoya en cuatro pilares: innovación accesible (donde se enmarca C-Cubed), marca cool (sic), confiabilidad y sustentabilidad. La idea con esta ejecución es alcanzar el 4% de market share en latinoamérica, cuadriplicar en brasil y duplicar en Argentina y en los importadores.

Ahora sí, con todo esto dicho, es el momento del C3, una saga que el público argentino conoce -y quiere- mucho y que en los últimos años mostró un andar algo errático y con altibajos pero más que nada en su concepto como producto.

Este C3 viene a poner un importante punto aparte en lo que significa el modelo para la región ya que, dicho sea de paso, fue desarrollado y es producido justamente aquí en Brasil.

El proyecto demandó más de 1 millón de horas de ingeniería, 600 ensayos en laboratorios, más de 100 ingenieros involucrados, 1 millón de kilómetros recorridos en pruebas y, lo más importante, una inversión de 200 millones de dólares.

Con toda esa introducción, y la correspondiente presentación de producto, nos subimos a uno de los tantos C3 que nos esperaban en el playón del Grand Hyatt de Barra da Tijuca para comenzar una travesía por la ribera carioca.

Hay algo que intuíamos y que nos desayunamos ni bien devoramos los primeros kilómetros a bordo “hatchi”, como dicen acá: se la recontra banca sobre todo tipo de asfalto y ondulaciones (acá lomas de burro) y aunque no te podemos contar cómo es el esquema trasero, sí podemos decir que es bien robusto.

Adentro queda claro que es un Citroën, con líneas y formas eclécticas que le dan una personalidad muy jovial. De calidad, la primera sensación es que tiene una buena presentación y materiales en línea con su origen.

A la hora de la multimedia, la pantalla que manipulamos fue muy generosa en cuanto a tamaño (tenemos el dato pero embargado) y lo que no nos gustó para nada es el tablero, monocromático, digital y más pequeño de lo que esperábamos.

En cuanto al motor, manejamos un bloque de potencia promedio para el segmento con sensaciones correctas y una transmisión que acompaña correctamente. Sí nos pareció algo liviana la dirección, y el volante, no determinamos si fue nuestra sensación o qué, pero lo notamos de diámetro pequeño como el del Peugeot 208.

En cuanto a habitabilidad, “a ojo” buena para el segmento, con una caída de techo que ayuda al lugar a lo alto. Tres cinturones, tres apoyacabezas (tipo coma) y un baúl de dimensiones muy similares al de un primo de misma plataforma.

No vemos la hora de que se levante el embargo y poder contarte todo lo que sabemos del nuevo C3. Ni que hablar de cuando se lance en nuestro país y lo podamos manejar y contarte todas nuestras sensaciones. Por el momento, vaya este humilde contacto con el que, definitivamente es uno de los lanzamientos más importantes del año.