Por dentro prácticamente no hubo modificaciones. Solo las versiones SRX incorporaron un tablero retocado, con un fondo blanco que a veces obliga a una segunda mirada, ya que el contraste no es el mejor. Lamentablemente no hubo cambios en la central multimedia, que sigue manifestando un preocupante retardo en la reacción al tacto. Y, ya que estamos en afán de pedir, podría sumar Android Auto y Car Play. Nobleza obliga, emparda con navegador, conexión Bluetooth y hasta TV digital.

La insonorización es otro punto en el que se destaca, ya que en la última iteración se trabajó en los aislantes y los burletes.

Dinámicamente, sin cambios: aunque es saltarina en ciudad, en ruta tiene un andar aplomado, lo que le permite tomar curvas de mediana intensidad con holgura. La buena noticia es que todas las maniobras estarán fiscalizadas por los controles activos de seguridad.

El primero y principal es el selector de tracción, que en esta generación se pasó al comando electrónico, secundado por el bloqueo de diferencial (permite que ambas ruedas traseras giren exactamente a la misma velocidad) y algunas ayudas secundarias como el control de descenso (cuando el freno motor no alcanza, aplica presión sobre los frenos), el control de tracción activo (es específico para uso 4×4) y el de balanceo de tráiler.

Lo “malo” es que, luego de la incursión fuoripista, cuando se baje, los estribos (solo SRV y SRX) indefectiblemente le van a dejar los gemelos sucios.

Todo esto en conjunto, con un chasis probado y los pergaminos del modelo, la vuelven ideal para salirse del camino, algo que hicimos con gusto, convicción y casi sin despeinarnos para la producción de esta prueba.