La presentación es buena. Ni bien uno ingresa al habitáculo percibe una muy buena factura y ensamble general, aunque cuando afinamos la vista queda en evidencia la ausencia de plásticos blandos. Curioso en un vehículo de origen azteca. El protagonismo se lo roba la pantalla de 7”, que no resulta de las más nutridas pero es compatible con Android Auto y Car Play, con lo cual podremos emparejar nuestro dispositivo móvil y así tener mapas, ya que no cuenta con una aplicación nativa de navegación, algo a lo que vienen apelando varias marcas y modelos, como el Ford Fiesta.

Quien se acomode al volante dispondrá de una butaca de correcta sujeción lateral y tapizada en cuero, en composé con un volante que solo regula en profundidad. El tablero, por su parte, típico de Kia en cuanto a la serigrafía, es bien legible y con buena iluminación. Está conformado por dos cuadrantes analógicos y una computadora de disposición central con un diseño algo arcaico, pero con la data pertinente y necesaria para el viaje.

Con 2,58 metros entre ejes, el Rio es un “Super B” que permite alojar a dos adultos en las plazas traseras sin mayores problemas, con un buen espacio para las piernas e incluso para la cabeza, ya que el remate no es abrupto y colabora para que haya lugar ahí arriba. En el caso de ser tres, el del medio viajará algo incómodo, producto de una plaza central más dura. La buena noticia es que está equipado con tres cinturones inerciales y misma cantidad de apoyacabezas para que la terna viaje segura. Justo detrás del respaldo (rebatible en tercios) hay 325 litros listos para ser cargados. La maniobra no va a ser del todo fácil, consecuencia de una boca de carga algo elevada, pero una vez superado eso disponemos de una de las mejores capacidades del segmento.

Nos tocó en suerte la variante full EX Premium, únicamente disponible en esta configuración, que tiene una mejor dotación de confort que de seguridad. Creemos que adeuda algunas bolsas de aire, sobre todo tratándose de la variante más equipada de todas, y máxime cuando la competencia tiene hasta siete.

Son 1.600 cm³ (1.590, para ser exactos) en cuatro cilindros cuyo producto final son 123 CV. Nominalmente se trata de uno de los más potentes del segmento (el Honda Fit tiene 132), aunque las cifras son entre modestas y correctas. Los 12 segundos que registramos en el cero a cien quedan bastante cerca, por ejemplo, de los 12,3 que necesita el Volkswagen Polo, con 13 CV menos. Por el lado de las recuperaciones, unos lógicos 8,6 segundos, mientras que para frenar el Rio (disco en las cuatro) necesita 41 metros para el 100-0.

En el apartado de los consumos, también se mantiene en el promedio de entre 7 y 9, circulando a 100 y a 130 km/h, respectivamente, y casi 11 en ciudad, una cifra que podría ser menor. Esos números, combinados con un tanque de combustible de 45 litros, le permiten autonomías urbanas de 410 km y en ruta, circulando a 100 km/h, de 650 km.

La transmisión automática, única disponible en esta variante full, es una tradicional con convertidor de par de 6 velocidades sin levas al volante, por lo que habrá que echar mano a la selectora si queremos ir tirando cambios. Deberá estar atento, porque al más mínimo roce el selector se correrá al modo secuencial.

Dinámicamente el Rio se desenvuelve de manera muy equilibrada, privilegiando ligeramente el comportamiento dinámico por una cuestión de configuración regional –mexicana–, que suele ser más firme que la “nuestra”. Los neumáticos con perfil 45 no son los mejores aliados a la hora de atravesar la ciudad, pero el Rio no es un deportivo y, si bien todos estos actores lo hacen más rígido que un exponente regional, dista de ser un vehículo incómodo en el ámbito urbano, donde atraviesa tranquilamente pozos y cunetas gracias a voladizos acotados.

En contrapartida, a altas velocidades se encuentra a sus anchas, con una pisada de 205 que va en pos de un comportamiento muy aplomado, que le posibilita tomar curvas con total tranquilidad y un pequeño rolido. Todo fiscalizado activamente por el control de estabilidad, que entrará en acción ante una improbable pérdida de trayectoria. La dirección, por su parte, viene con una bienvenida dualidad, que permite hacerla girar sin esfuerzo en ciudad y ofreciendo la resistencia justa a velocidades constantes para darnos mayor seguridad.