Si existe un rubro en el que los modelos de Mercedes siempre se destacaron es en la calidad de los materiales utilizados, lo que hace que la percepción visual y al tacto sea de primer nivel. Y la C300 no es una excepción, algo que se nota en cada detalle. A esto, que es tradición en la marca desde sus comienzos, se suma un alto nivel de equipamiento (confort y seguridad) en el que sobresalen el techo solar panorámico, butacas eléctricas con memoria para conductor y acompañante, Head-Up display y ayuda de estacionamiento, luces adaptativas con sistema LED Intelligent y la habitual pantalla del ordenador del tamaño de una tablet. Todo lo demás, está…

Respecto del confort de marcha, vale lo comentado en el comienzo. Transitando por superficies irregulares (empedrados, calles con baches) y considerando el perfil bajo de los neumáticos (225/45 adelante y 245/40 atrás), las suspensiones, aun en función Confort, transmiten ciertas vibraciones que son habituales en este tipo de versiones deportivas. La posición de manejo es correcta, aunque la butaca podría bajar un par de centímetros más, los mandos están ubicados como para ser accionados en forma intuitiva y la información que recibe el conductor por medio del instrumental y el ordenador es completa. La cintura alta y el techo bajo hacen que la superficie vidriada sea escasa y, por lo tanto, la visibilidad panorámica está bastante acotada.

Para evaluar seriamente un auto de estas características, es necesario hacer un cóctel con ingredientes ruteros y pisteros. Por esa razón encaramos por la Autovía 2 rumbo al autódromo de Balcarce, sumando una dosis de faldeos serranos camino a Tandil. Y debo aceptar que en la pista balcarceña, la C300 me sorprendió por sus prestaciones y comportamiento en curva. Los 245 caballos no me sonaban como una potencia abrumadora y tampoco me parecían demasiado creíbles los 6 segundos declarados para llegar a los 100 km/h… A veces mis preconceptos se derrumban ante la realidad.

Una vez accionada la tecla Sport+, de inmediato se nota que la respuesta y el sonido del motor son más contundentes, así como la sensibilidad del acelerador. Las variadas curvas del trazado sirvieron para que la C300 rindiera examen en el aspecto deportivo. Utilizando las levas al volante (única forma de conectar los cambios manualmente ya que el selector es un brazo que asoma detrás del volante como en muchos modelos de MB), la caja 7G-Tronic hace que las marchas se sucedan como una estampida y con un sonido similar al de un petardo ante cada cambio. En la recta más larga del circuito llegaba a una curva en retome a más de 200 km/h, momento en que se ponían a prueba la eficiencia de los frenos y la impecable tracción del tren trasero. Pero es la armonía del conjunto lo que hace agradable la conducción de esta coupé: posición de manejo, respuesta de la dirección, velocidad en los cambios de marcha y poder frenante. Circulando en ruta, seleccionado el modo Confort se logra una eficiente tenida direccional y en curva con respuesta del motor más que adecuada para los sobrepasos.

La velocidad máxima declarada es de 250 km/h y está limitada electrónicamente, aunque de no estarlo apenas superaría ese registro. De 0 a 100 km/h con dos personas a bordo y tanque lleno nuestro Racelogic indicó 6,4 segundos y 26,4 para llegar a los mil metros a una velocidad superior a 200 km/h. Las distancias de frenado hablan de la eficiencia del sistema: apenas necesitó poco más de 37 metros para detenerla a 100 km/h.

El motor de cuatro cilindros con turbo de 2.0 litros y distribución a cadena, que entrega una potencia de 245 CV a 5.500 rpm con un par máximo de 39 kgm a partir de las 1.300 y hasta las 4.000 rpm, mostró un consumo austero tanto en ciudad como en ruta a velocidades constantes en función ECO y D7. En ciclo urbano apenas superó los 10 litros por centenar de kilómetros y a 130 km/h el consumo fue de 8,3 litros.