La posición de manejo es la misma a la que BMW nos tiene acostumbrados. Cualquier humano encontrará la suya. El tacto del volante multifunción con levas y su doble reglaje, la ubicación de los mandos y una butaca que abraza la humanidad del conductor los ubican entre los mejores en este aspecto. El instrumental analógico (como nos gusta) tiene el sello de BMW, caracteres visibles y, en este caso, suma indicador de temperatura de aceite.

En lo que respecta al rubro multimedia, cuenta con interfaz con conexión para tres teléfonos móviles (uno para reproducir audio), sistema de navegación con pantalla de 8,8”, disco duro de 20 GB para almacenar música y equipo de audio Harman Kardon con 16 parlantes y 600 W de potencia.

El equipamiento de serie no tiene faltantes (incluye Stop–Start y Head Up Display, que se proyecta en el parabrisas) y los materiales son dignos de un BMW, lo que hace que la percepción de calidad sea de primer nivel apenas uno se ubica al volante. El espacio interior se debe dividir entre las plazas delanteras –cómodas, con butacas de múltiple regulación que incluye los pétalos del respaldo para mejorar la sujeción lateral– y las traseras que no son aptas para dos adultos. Incluso acceder a ellas es complicado. Sin embargo, hay que considerar que quien compre una coupé convertible no tendrá en cuenta esta limitación.

Aunque es un convertible apto para el uso cotidiano, su hábitat natural es la ruta. Es ahí cuando puede manifestar del todo sus virtudes. El trabajo de los ingenieros en el sistema de escape ha logrado un sonido que no he disfrutado en otros modelos con la misma motorización. Anuncia la presencia de los 326 caballos como diciendo “aquí estoy…”. En cada proceso de aceleración sale música de los escapes, que se transmite sutilmente al habitáculo. Las suspensiones han sido elaboradas considerando su tendencia deportiva y me recordó, en cierta forma, al comportamiento del último Z4 que manejé. En curvas de media y alta velocidad no hay inclinaciones de carrocería, solo una tracción eficiente del eje trasero, ayudado por el generoso caucho 255 con perfil bajo (35) y montados en llantas de 19 pulgadas. A esto se suma una respuesta inmediata del motor, que transmite la potencia al piso mediante una caja automática de ocho marchas, que, en utilización Manual y Sport+, permite estirar los cambios hasta las 7.000 rpm, zona del corte electrónico. Sin duda, todo fue pensado para que quien se decida por un 440i cabrio pueda disfrutarlo a sus anchas a cielo abierto hasta los 120 km/h; de ahí en más, aconsejo desplegar el techo para evitar remolinos eólicos en el habitáculo. Una mampara posterior (como en otros convertibles) no le vendría nada mal…

El consumo es contenido, considerando su cilindrada y los 326 CV de potencia. A 130 km/h (en función Eco Pro, también cuenta con Confort, Sport y Sport+) en D8 con el motor girando a 1.950 vueltas se las arregla con 8,6 litros/100 km, y esto se debe a que el torque disponible a bajas revoluciones le permite entregar 67 km/h por cada 1.000 rpm del motor en octava marcha. En ciudad, con tránsito pesado, también se mostró austero: 12,3 litros con casi 500 kilómetros de autonomía.

Las aptitudes de tipo deportivo del 440i se traducen, por razones obvias, en una mayor rigidez de las suspensiones, que en este caso no afectan el confort de marcha para todos aquellos que preferimos elementos que copien con franqueza –pero sin transmitir indeseables vibraciones– la carrocería. Conclusión: el 440i es un auto para uso diario sin sacrificios.