Si hablamos de espacio interior tendríamos que analizar solo las plazas delanteras ya que las traseras son limitadas para personas adultas, en especial si el conductor, como en mi caso, supera el metro ochenta. Pero seamos sinceros: el que compra está coupé tiene una buena cuota de egoísmo y no prioriza la habitabilidad posterior.

El equipamiento de serie más destacable está compuesto por seis airbags, butacas Recaro con reglaje manual, climatizador automático de doble vía, funciones Normal, Sport y Carrera, que modifica la gestión del motor con una respuesta más agresiva, control de tracción y estabilidad desconectables, discos de freno Brembo y ABS, luces LED, sensores de estacionamiento y lluvia, sistema multimedia y navegador.

Apenas el motor se pone en marcha, un agradable “petardeo” originado por el turbo se exterioriza por el escape central. Allí adelante están los 265 CV ansiosos por ser liberados y transmitir toda su potencia a un elaborado tren delantero que tracciona con total eficacia, sin modificar su geometría ni elevar la trompa a la hora de acelerar.

En la función Carrera, la primera marcha apenas sirve para ponerlo en movimiento ya que con velocidad de rayo la aguja del tacómetro llega en décimas de segundo a las casi 7.000 rpm, momento en que un “pip” avisa que es tiempo de conectar la marcha siguiente. La historia se repite en segunda… en tercera… en cuarta… y así sucesivamente. El circuito Nº5 del autódromo porteño es ideal para evaluar el comportamiento del Mégane by Renault Sport. Saliendo de la Horquilla –que se puede encarar en tercera gracias a los 38 kgm a 3.000 vueltas– a los pocos metros el “pip” pide cuarta. Superando la salida de boxes, la mano derecha ya acaricia el pomo de la caja manual de seis cambios con relaciones apretadas para lograr una aceleración más eficiente. Y antes de la zona de frenaje para entrar al trazado del “5”, ya en quinta, el velocímetro indica que llegamos a casi 190 km/h. Freno, rebaje a cuarta y tercera para encarar la recta corta hacia la curva de “La Confitería”, nuevamente tercera y el caucho del Megane pisa los pianos a izquierda y derecha rumbo al conocido y respetado “Tobogán”. Nuevamente el tren delantero pisa los pianos, una acelerada más, se baja un cambio para atacar la Horquilla y así concluye una vuelta completa al circuito.

Tres, cuatro, cinco giros y de mala gana me dirijo a la calle de boxes donde otros colegas esperan vivir su experiencia.

De la pista a la calle.

Sin duda, el Megane R.S. fue pensado para que se disfrute en cualquier pista del mundo y cuanto más virada mejor. Los asfaltos de calles y autopistas europeas son paños de billar en comparación con nuestra obsoleta y mal mantenida red vial. Por lo tanto, quien decida la compra de una de las 150 unidades numeradas de esta Edición Limitada deberá sacrificar confort de marcha en el uso cotidiano. Las suspensiones son rígidas y el recorrido corto, ideal para un deportivo pero ásperas en ciudad o asfaltos ondulados, donde se manifiesta una pérdida de estabilidad direccional debido a los neumáticos 235/40 y llantas de 18 pulgadas, que son muy sensibles al pisar los huellones originados por los camiones, obligando al conductor a realizar leves correcciones para mantenerlo en la línea de marcha. Pero por las características de este superdeportivo del segmento C, no podemos evaluar esta particularidad como un defecto ya que sus virtudes asoman en otro tipo de escenario… para eso fue creado. Cabe destacar que en el tránsito urbano se comporta con soltura y gracias al gran torque no hace falta acudir al selector en forma permanente, el motor se muestra dúctil y elástico en todo momento.