Como en muchos otros japoneses, el interior del Murano es bastante más clásico. Todo es enorme allí, para beneplácito de los conductores de mayor edad: los butacones, el tablero, el volante, las pantallas (la del tablero no tanto como anuncia la marca), los comandos, el apoyabrazos central con portaobjetos (clara influencia de MB en su diseño) y hasta el lugar que ofrece en las plazas traseras (con reclinación variable) y el baúl.

La calidad es buena, pero si uno cuenta todos los billetes que cuesta el Murano, podría empezar a exigir un poquito más de lo que ofrece. 

En tren de pedir, siempre pensando en el valor, el estacionamiento asistido o los sensores acústicos (las cuatro cámaras no son del todo prácticas para saber si uno puede llegar a raspar esta mole) no le vendrían nada mal. Tampoco es práctico el navegador, que en vez de en la pantalla central (no es táctil y su función principal es revelar lo que divisan las cámaras) se muestra en el retrovisor interno. Su manipulación no es cómoda (por tamaño y ubicación) y casi que elimina lo que se puede ver en el espejo.

Mover 1720 kg nunca es fácil, por eso el Murano recurre a un V6 de 3.5 litros que ya es bastante conocido en el país. Es un propulsor de entrega pareja y contundente, pero que pierde algo de reacción por culpa de la caja CVT con levas, que al no tener cambios es más progresiva que otras transmisiones más veloces. Igualmente hablamos de una sensación, porque llegar a 100 km/h en menos de 8 segundos y pasar de 80 a 120 en menos de 5 no está nada mal.

En el asfalto el Murano es casi una alfombra mágica que devuelve mucho placer (solo alterado por algunos crujidos provenientes de las plazas traseras). En la ciudad, el perfil bajo de los neumáticos no lo afecta, pero a altas velocidades está lejos de algunas opciones más deportivas como un Mercedes GLE o un BMW X5, no tanto por culpa de una suspensión que no es blanda sino por una dirección que no acompaña un buen chasis, con retardo en la reacción y una zona muerta a la hora de doblar rápido entre lo que uno quiere hacer y lo que realmente hacen las ruedas.

Pero hablamos de una exigencia extrema. El comprador que, estimamos, tiene en mente el Murano valorará mucho más el agrado de conducción que en general brinda por sobre la capacidad para encarar curvas cerradas.