En la primera sección se ubican conductor y acompañante (ambos tienen apoyabrazos) separados prácticamente por un pasillo donde la marca podría haber aprovechado para poner una bandeja o guantera, el primero cuenta con una butaca con regulación manual en altura, que sumado al volante de doble reglaje le permiten una posición de manejo buena, aunque utilitaria, o sea elevada y con la pedalera cercana.

Segunda fila y tercera fila (rebatibles y pleglabes, pero si no se extraen no quedará piso plano) tienen tres plazas cada una (banqueta repartida en 2+1), y son prácticamente iguales en cuanto al buen espacio para las piernas, y salvo que se supere los dos metros de altura ninguna cabeza tocara el techo. Lo extraño de estas plazas es que no tienen regulación longitudinal ni respaldos reclinables. La diferencia radica en el acceso (tiene dos portones laterales eléctricos), mientras que para entrar a la segunda no hay complicaciones, los destinados a la última tendrán que rebatir manualmente el pesado banco, aunque una vez volcado el ángulo de ingreso es generoso.

Algún claustrofóbico podrá quejarse de que todos los vidrios posteriores son fijos, pero al menos Citroën asegura una buena climatización, con un sistema bizona con salidas de aire (regulables) para todas las filas.

El SapaceTourer llega con un motor turbodiésel de la reconocida familia HDi. Es el 2.0 de 150 CV y 37,2 kgm desde las 2.000 rpm, lo que es un buen torque para romper la inercia de sus más de dos toneladas (que se puede superar fácilmente con ocho adultos a bordo). La transmisión es automática de seis relaciones que cumple su trabajo de forma agradable y con algo de patinamiento, pero nada grave para un familiar.

Para una conducción más deportiva tiene levas de buen tamaño al volante (aunque no retiene el cambio ni anula el kick down). La curiosidad es el selector, ya que no tiene el tradicional vástago sino que se optó por una rueda, la solución ahorra algo de espacio, pero cuesta acostumbrarse y más de una vez la alarma sonara me aviso que estaba abandonando el vehículo dejándolo en una posición incorrecta (o sea no en “P”).

Su comportamiento dinámico sufre algunas limitaciones, primero su carrocería se inclina ante curvas veloces, pero difícilmente pierda la línea, y si lo hace entra en acción el control de estabilidad, y segundo su gran superficie lo hace sensible a los vientos laterales, algo que compensa con una dirección (electrohidráulica) pesada, lo que lo deja firme a altas velocidades, aunque la contracara es la ciudad donde se extraña una asistencia que permita un rango más variable, especialmente en maniobras de estacionamiento donde lógicamente sus dimensiones y radio de giro obligan a realizar varios maniobras.