Para quien viaja adentro, la experiencia es aún mejor. Tanto por tecnología como por calidad y ambientación. La pantalla táctil es de buena respuesta, pero esto es algo que ya tienen casi todos los modelos. La novedad se da por el tablero, que también es digital y puede configurarse de muchos modos (similar al del Passat), posibilitando ver relojería, información, el navegador o simplemente la velocidad digital.

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La posición de manejo repite el particular i-Cockpit estrenado en 208 y repetido ya en varios modelos de la casa. Como en el 3008, ya se viaja elevado de por sí; me pareció menos molesto que en otros modelos, pero más allá de que el concepto tiene sus adeptos (incluso en la redacción), yo sigo pensando que limita algunas posturas como la que prefiero, de butaca bien baja y volante alto. Uno se adapta al i-Cockpit cuando debería ser al revés, aunque el debate da para largo y el acostumbramiento no demanda demasiadas concesiones. Eso sí, una vez aceptado esto, el pequeño tamaño del volante se torna ideal.

La terminación es muy buena, con uso de varias texturas (una tipo jean, pero más suave, es muy grata a la vista y el tacto), teclas que responden rápido, buenos plásticos y, eureka, algunos lugares para dejar lo de todos los días, algo que las opciones de la alta gama de la marca nunca contemplaba.

Pero hay más como para vivir buenas sensaciones. La butaca eléctrica con memorias viene con un masajeador de varios seteos, como para que extrañes la butaca una vez que estás en casa. A esto se suma un perfumador, la luminosidad y un muy buen equipo de audio, todo regulable a través de dos “ambientes” que incluso pueden ajustarse a gusto.

En las plazas traseras hay buen lugar a lo ancho y a lo alto, pese a la presencia de un techo panorámico que por primera vez en Peugeot abre la sección delantera. El tema es que para las piernas no es tan generoso, habiendo mejores opciones en el segmento. El baúl es de dignos 520 litros, con red, buenas terminaciones y un auxilio temporal por debajo.

El arranque por botón da vida a uno de los mejores elementos que tiene la gama del 3008, un HDi 1.6 de 150 CV unido a una caja automática de 6 marchas. Las cosas buenas se disfrutan, pero se valora más cuando se las extraña y eso pasa con el Diésel en la Argentina. Por suerte, Peugeot es de las que más apuestan a este combustible y en el 3008 se entiende por qué.

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Con buena respuesta en un amplio margen de utilización, el HDi combina buenas prestaciones (poner), suficientes para mover un vehículo de este porte pero 100 kg más liviano que el anterior 3008, gracias a la plataforma modular, y buenos consumos (poner), algo de lo que casi ninguno puede vanagloriarse en el segmento, repleto de motores de alta cilindrada y kilaje elevado. Incluso, a la espera de la prueba del THP, suponemos que al naftero también le irá mejor que a varios de sus rivales en el combustible que piden.

La caja automática es de buena respuesta (el comando es bien moderno pero queda a mano) y cuenta con una función Sport que, además de “deportivizar” la respuesta del motor, la propia caja y la dirección, emula un sonido casi de carreras (se nota en los rebajes) de manera artificial a través de los parlantes, pero muy grato al oído. ¿Lo malo? Le falta una función Hold para no estar apoyado en el freno en los semáforos.

El comportamiento, como buen Peugeot que se precie, es de lo mejor. Y acorde a lo que viene ofreciendo en general el segmento, con buena dualidad de uso. Es sumamente confortable, no solo por el tarado de las suspensiones, sino también por un caucho generoso pese a las llantas de 18 pulgadas; pero, a la hora de exigirlo, tanto la dirección como el chasis y las suspensiones responden con eficacia, pocas inclinaciones y seguridad en la maniobra.

Antes hablamos de tecnología y no solo está disponible a la hora de informar o entretener al conductor. También interviene en la conducción. En un paso previo al manejo autónomo, el 3008 cuenta con mantenimiento de carril y control crucero adaptativo.

El primero lo conocemos de modelos como el Cruze, pero la respuesta es más precisa, aunque no da como para confiarse demasiado en el sistema. El segundo es fantástico. Había manejado algo similar en el anterior Mondeo, pero este es capaz de seguir al auto de adelante, regulando la velocidad (hay tres niveles de acercamiento) sin tocar ningún pedal e incluso frenar a cero en los embotellamientos. No es para desatenderse del manejo, pero en situaciones de alto tránsito de autopistas es un aliado que vale la pena tener. En cuanto a los frenos, mostró buena respuesta del pedal, a pesar de que las cifras no dan para demasiados elogios.

Si bien no es un 4×4, algo que sí presumen varios rivales, cuenta con el Grip Control, que en este modelo suma el control de descenso, lo que mejora su rendimiento, aunque lejos está de emular la tracción integral en terrenos complicados. Para algo intermedio es de buena ayuda.