Hace más de 10 años la Kuga está entre nosotros. Esta es la tercera generación y definitivamente la que recibió el cambio más sustancial en prácticamente todos los frentes. De aquella con look Kinetic Design quedó prácticamente nada: durante los días que la manejamos recibimos críticas positivas y negativas, pero no pasó desapercibida. Además, el color que nos tocó en suerte definitivamente hizo que resalte aún más un diseño completamente novedoso, incluso entre toda la oferta de la marca a nivel global.

Este Kuga llegó, por ahora, en una sola versión -híbrida- y la manejamos una semana para contarte todo acerca del segundo modelo electrificado que la marca del óvalo ofrece en nuestro país.

Qué elegancia

Esta Kuga tiene, muy subjetivamente, un diseño que conjuga deportividad y elegancia, algo no muy fácil de unificar y que, interna y risueñamente denominamos “elegante sport”. Ford se alejó un poco del mundo SUV rudo para abrazar la idea de un crossover con tintes deportivos y alguna licencia off road. Una fórmula, por ejemplo, empleada por los PSA 3008, C5 Aircross y 7 Crossback.

De frente la parrilla se roba todo el protagonismo: es una de las más grandes de toda la familia Ford, por lo menos las que siguen la línea del concept Evos presentado en Frankfurt, que las anticipó allá por 2011. A eso se le suman unas ópticas rasgadas y un sector inferior con falsas tomas de aire/antinieblas y detalles en gris que le imprimen algo de deportividad.

De costado el kit de plásticos y los espejos y las llantas (17”) en negro, acompañan esa imagen junto a una línea de cintura a mediana altura que asciende casi sobre el final de los 6 centímetros extra que acusa frente a la generación anterior. Nos llamó la atención lo oscura que es la tonalización de los vidrios traseros.

El remate es quizás el sector más personal del vehículo. Tiene un look más rectilíneo que el resto de la carrocería, ópticas con un aire a las de RAV4 (¡hasta comparten el color de la unidad que probamos en 2019!), ojos de gato (no son antinieblas) y un sector inferior que combina fenders y apliques en gris para realzar un poco el concepto off road. Ah, el nombre del modelo sobre el portón nos parece que siempre suma.

Hay espacio

Más del interior. Butacas de tela pero con regulaciones eléctricas y calefacción (ideal para los días de invierno en que tuvimos el Kuga) y un volante que también regula en altura y profundidad que nos va a ayudar a encontrar una posición de manejo al milímetro.

Los pasajeros de las plazas traseras se van a beneficiar con unos interesantes 2,7 metros entre ejes pero también con un sector que es bastante maleable: las butacas se reclinan y también se deslizan para mejorar el espacio de piernas (en detrimento del espacio de baúl, claro), pero quien use la central va a padecer una butaca menos ergonómica y un falso túnel de transmisión que aporta un poco de incomodidad. Por último hay salida independiente de climatización y una toma 12 V para recargar dispositivos.

El baúl, de muy buenos 518 litros pero con una peculiaridad: no tiene luneta ni cobertor. En un principio pensamos (todavía lo sospechamos) que era una cuestión de nuestra unidad pero la falta de algún encastre nos hizo dudar. De ser así el caso, no nos convence para nada la idea de que lo que sea que carguemos allí quede a la vista de cualquiera. Ah y hablando de cosas que no nos gustan, bajo el piso un auxilio de tipo temporal con una llanta de diseño de auto alemán de los noventa.