Estamos en presencia de tres pesos pesados del periplo fuera de asfalto. Mitsubishi es un histórico jugador de la tierra, con un pedigrí importante en SUV, y esta L200 no es la excepción. Con Nissan ocurre algo similar (¿se acuerdan de los noventa?) y a Toyota le sobra espalda con generación tras generación de la Hilux (y SW4, Tundra, Rav4, etc) confirmando su expertise off road. En lo general, las tres apelan al clásico sistema 4×4 con reductora, aunque yendo a lo particular hay algunas cuestiones para poner la lupa.

Toyota ofrece un selector convencional con tres modos y empuje para bloqueo: H2, H4 y L4. A eso le suma bloqueo de diferencial trasero, arranque y descenso en pendiente y control de tracción activo (A-TRC) además de buenos ángulos: 31/27/26.

Por el lado de la cordobesa Frontier, tenemos un selector muy similar al de Hilux, diferencial de deslizamiento limitado (B-LSD, electrónico) y asistente de ascenso y descenso. Los ángulos son, en general, los mejores (33/25,2/27,9), y con 600 mm de vadeo está unos centímetros por encima de la media del segmento que promedia 500. Penaliza y da ventaja con el quite del bloqueo mecánico de diferencial respecto de la variante mexicana.

La L200 es la que menos prestaciones ofrece en este aspecto (31/25/23). En sus entrañas lleva el Super Select 4WDII que mantiene las clásicas características, aunque con cuatro modos (2H, 4H, 4HLc y 4LLc). El punto más alto es el bloqueo de diferencial central.

A eso se le suma algo similar al A-TRC de Toyota, denominado Todo Terreno, que permite una configuración electrónica extra (motor, transmisión y frenado) que se adapta a diferentes terrenos: barro, nieve, arena o roca. A su vez dicen presente los controles de ascenso y descenso.

A nivel neumáticos, la Hilux se lleva los laureles gracias a la incorporación de unos Bridgestone Dueler A/T con un dibujo mixto, mientras que sus rivales en este comparativo mantienen cauchos más lisos, que si bien son ideales para el asfalto no colaboran en terrenos hostiles.