Ahora las plazas traseras son aptas para dos adultos. En el equipamiento de serie que corresponde al perfil Chili, se destacan cámara de marcha atrás (de gran definición), techo panorámico, climatizador de dos vías con salidas posteriores, navegador satelital, Bluetooth, faros de LED, sensor de lluvia y estacionamiento, control de crucero con función de frenado, ordenador de a bordo y Head Up Display. Los materiales, encastres y nivel de terminación aprueban el examen con buena nota.

Lo que no cambia es la rigidez de las suspensiones. Nuestras calles son una prueba de fuego para los elementos elásticos de ambos ejes, razón por la que el confort de marcha se ve penalizado…como en todos los Mini. A esta característica se suman neumáticos de perfil bajo montados sobre llantas de 18″ que no son ideales para nuestra red vial urbana. A favor: el comportamiento dinámico en ruta es de primer nivel.

Las butacas (con regulación manual) son de las que abrazan el cuerpo del conductor, el volante multifunción con levas que comanda la caja Steptronic de ocho marchas dispone de doble reglaje, logrando una correcta posición de manejo para cualquier humano. La visibilidad panorámica no es la ideal, en especial la posterior, debido al portón de doble hoja cuyo parante central se interpone en el espejo retrovisor y, si lleva dos pasajeros, deberá utilizar los externos. El instrumental es el típico de Mini y en el centro de la plancha se ubica el ordenador, instalado dentro de la tradicional esfera, en tanto la insonorización no manifestó silbidos eólicos aun a altas velocidades.

Aunque en teoría todo indicaría lo contrario, paradójicamente este motor de 2.0 litros y 189 CV (94,5 CV/litro) consume menos que el 1.6 que utilizan otras versiones de Mini. Los valores obtenidos a velocidad constante en 8ª marcha son realmente mezquinos: 5,1 litros a 100 km/h (con el motor girando a 1.800 rpm) y 6,8 a 130 km/h con una autonomía que le permite recorrer más de 700 kilómetros a pesar del tanque de 50 litros.

La velocidad máxima registrada fue de 227 km/h y la obtiene en D6 a un régimen de 5.800 vueltas, en los dos cambios siguientes el motor baja considerablemente de revoluciones pero pierde entre 10 y 15 km/h. De 0 a 100 km/h acelera en 7,6 segundos y llega a los mil metros en 28 segundos a casi 190 km/h. Estos valores los obtiene con el control de tracción/estabilidad desconectado y en función Sport. Respecto de las recuperaciones, el motor responde sin quejas a partir de las 1.500 rpm. La distancia de frenado a 100 km/h está en el orden de los 39 metros, valor algo alejado de mis expectativas por tratarse de un modelo con cierta tendencia deportiva.

La personalidad del Mini aflora en ruta y, si se trata de asfalto parejo y sinuoso, mejor. Todo está en perfecta armonía: el motor, la caja y su velocidad de pasaje de cambios, la asistencia justa de la dirección y el caucho de apoyo colaboran en una dinámica de comportamiento impecable. Sin embargo, las suspensiones copian hasta la más mínima irregularidad, incluso leves ondulaciones del pavimento que se transmiten a la robusta estructura del Clubman. Los vientos laterales no lo inmutan y rara vez pierde su línea de marcha.