La industria japonesa siempre fue noble en materia automotriz. Pero la década previa al cambio de milenio dejó un recuerdo imborrable con algunos deportivos que desvelaron a más de uno. Los repasamos con un ránking.

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Quinto ubicamos al Mitsubishi 3000 GT, que en su país de origen se llamó GTO ¿para mojarle la oreja a Ferrari? Estaba impulsado por un V6 biturbo de 3 litros (de 276 a 324 CV dependiendo el mercado), tracción integral, aerodinámica adaptativa y ruedas directrices. En nuestro país se pueden ver algunos ejemplares todavía.

 

En cuarto lugar un auto que se volvió casi objeto de culto y señalado por muchos como uno de los más divertidos para manejar: el Nissan 300ZX. Fórmula similar al 3000: V6 de 304 CV y tracción trasera. Con el tiempo adoptó ruedas directrices y suspensión independiente.

Si deportivo + japonés + noventa no remite a un Subaru desparramando tierra en algún super especial de rally, algo no anda bien. En Argentina tuvimos las variantes GT/WRX durante los noventa pero no hubo «Baru» más fiel al de McRae, Burns y compañia como el STi 22B, la variante coupé que es muy difícil de ver por estos pagos e incluso a nivel mundial. Utilizaba un bloque 2.2 (bóxer como marca la tradición de la marca) que desarrollaba 280 CV y con empuje en las cuatro ruedas.

 

En segundo lugar, otro modelo al que lo adelanta la fama: el Toyota Supra. La generación de aquél momento, vestida con un alerón descomunal, llevaba en sus entrañas un bloque a la altura: seis en línea biturbo que desarrollaba hasta 324 CV. Tiene sentido por qué fue el primer Toyota con airbag para pasajero de serie, ¿no?

En primer lugar, uno que no vimos mucho: Honda NSX. Si se te viene a la cabeza Senna probándolo sabés de lo que hablamos. Estaba fabricado buena parte en aluminio y la distribución del peso era perfecta. A eso se le sumaba una estética gloriosa y un motor a la altura: otro V6 aspirado de 3 litros y 274 CV.

¿Coincidis? ¡Te leemos!