El interior adoptó el estilo visto en Logan y Sandero, mucho más agradable que antes, y, si bien todos los materiales son rígidos aunque bien presentados, detectamos algunos detalles a mejorar, como bordes filosos o la corredera de altura del cinturón, que está desprovista de cobertores; también notamos algunos grillos prematuros, especialmente cuando transitamos por empedrados.

Detalle no menor es la buena cantidad de portaobjetos de que dispone, que en total suman 33,7 litros. La butaca es cómoda, pero la crítica es que en nuestra versión el volante no regula en ninguna dirección, y el asiento solo lo hace longitudinalmente. El resultado es una posición de manejo a la que hay que acostumbrarse, ya que es algo elevada y con la pedalera muy cercana. En este aspecto hace notar su condición de utilitario, como en su equipo de audio básico, pero sin ningún faltante de conexión (Bluetooth y USB), aunque sin pantalla táctil ni navegador (en la versión Emotion aparece el sistema multimedia Media Nav).

Y, hablando de equipamiento, se destaca el sensor de estacionamiento trasero (fundamental al no tener luneta), computadora de a bordo, y levantavidrios y retrovisores eléctricos. Pero la mejor noticia viene de la mano de la seguridad, ya que al doble airbag, asistente de arranque en pendiente y ganchos Isofix, suma control de estabilidad/tracción, que por cierto es bastante celoso en su accionar, corrigiendo casi automáticamente cuando se pierde la trayectoria. Sin duda, una de las mejores noticias y diferencial del rubro.

Respecto de los motores, hay una opción naftera 1.6 Sce de 114 CV, y, el que evaluamos era un diésel 1.6 dCi de 89 CV. Se trata de la quinta generación del propulsor K9K (dos posteriores al último disponible en Argentina) y presenta una serie de mejoras; por ejemplo, en el reemplazo del sistema de inyección Delphi por Bosch, que aumenta la presión de inyección, se redujo la relación de compresión de 18,5:1 a 15,2:1; también tiene una nueva cámara de combustión y se le agregó el filtro de partículas (DPF) en lugar del catalizador. El mismo se asocia a una transmisión manual de cinco marchas de vástago y recorridos largos.

Entrega 22,4 kgm a 1.750 rpm, y se lo siente cómodo en la parte media del cuentavueltas. Es un vehículo doméstico con aceleraciones acordes a sus 89 CV, con un 0-100 km/h en 13,6 y recuperaciones de 80-120 km/h en 11,3 segundos.

Como todo diésel, se destaca en consumo, y además tiene algunos elementos para mejorar en este aspecto, como el modo ECO, que permite ahorrar hasta un 10% de combustible (reduce la velocidad de respuesta al presionar el acelerador), y un 5% extra, si se le hace caso al indicador de pasaje de cambios (GSI: Gear Shift Indicator). Consume 5,1 l/100 km a 100 km/h (a 2.050 rpm), por lo que con un tanque de 50 litros tiene una autonomía de casi 1.000 kilómetros. Mientras que en ciudad se eleva a 8,1 l/100 km y 725 kilómetros. Eso sí, póngale gasoil grado 3… o sea, el premium.

Párrafo especial para los frenos (discos adelante y tambor atrás), que nos sorprendieron con 40 metros para el 100-0 km/h con un ABS (+AFU) de perfecto funcionamiento, lo detuvieron en línea recta, y con un pedal de recorrido ligeramente extenso, pero de firmeza justa.

Desde afuera se percibe el clásico “claqueo” de los diésel, pero se realizó un buen trabajo acústico, y adentro no se siente ruido ni vibraciones molestas. Las suspensiones copian irregularidades de manera confortable y en ruta se defiende bastante dentro de sus limitaciones aerodinámicas. Por último, hay que destacar la nueva dirección electrohidráulica de asistencia justa, que ofrece un menor esfuerzo a bajas velocidades y un mayor control a alta velocidad.