Ruta 40 con Fiat Regatta: no fue un paseo
Hace casi treinta años nuestro director realizaba el primer operativo de largo aliento con tres Regatta con motor Tipo 1.6 y nuevo diagrama del tren delantero. Recorrió más de 12.000 kilómetros. La anécdota acá.
Tenemos una inclinación a hacer las cosas difíciles. En junio de 1991, hace casi treinta años, Sevel presentaba el Regatta con motorización: el Tipo 1.6 de 89 CV y algunas mejoras en el tren delantero. La terminal aceptó el desafío y pusimos en marcha el operativo de “máxima exigencia” con un recorrido completo por la Ruta 40. En esa época el Km 0 se ubicaba en Mendoza y se dividía en los tramos sur y norte. Hace unos años, durante el gobierno de Néstor Kirchner, el inicio de la icónica ruta fue trasladado a Cabo Vírgenes y fue mojoneada en forma ininterrumpida hasta La Quiaca. Podríamos haberla transitado arrancando desde el sur con destino al norte pero para hacerla más complicada decidimos recorrerla de ida y vuelta.
Arrancamos de Mendoza con destino al sur para desandar el mismo camino con rumbo norte y retorno a la capital cuyana y de ahí a Buenos Aires. Los autos habían sido alistados por el Departamento de Experiencias de Sevel a cargo de Justo Barboza que junto a un mecánico nos sirvió de apoyo con una Regatta Weekend que llevaba una buena cantidad de repuestos. Las tres unidades estaban a cargo de Pisani, Jorge Maggi (acompañado de su hijo Mariano como conductor líbero) y quien esto escribe. Con respecto a los Regatta de serie fueron equipado con chapones de cárter y protector de tanque de combustible, tubos de oxígeno en cada auto para superar los casi 5.000 metros en Abra del Acay, cuatro faros adicionales de profundidad y banquineros, un bidón hermético de 20 litros por auto y equipos de comunicación VHF. En mi caso le sacaron una buena cantidad de gomapluma al asiento ya que para mi osamenta quedaba demasiado alto.
Una vez en la ruta el áspero ripio sureño comenzó a debilitar las zonas bajas de los autos dañando soportes de escape y poniendo a prueba el protector de cárter que en muchas ocasiones barría el camino haciendo que apretáramos los dientes rogando que el cárter no fuera dañado. Es importante recordar que hace treinta años en la Patagonia había muchos más kilómetros de ripio que en estos días en que el asfalto fue avanzando de Gobernador Costa. El problema más grave que pudo terminar en vuelco, fue cuando al sur de Bajo Caracoles en plena recta de ripio grueso, se cortó un bulón de la parrilla trasera derecha del auto de Jorge Maggi que realizó un peligroso trompo a más de 120 km/h. El bulón correspondiente quedaba muy expuesto y las ruedas delanteras lanzaban una metralla de ripio hacia el tren trasero. Solucionado el problema, a medias, y con mucha cautela continuamos hacia Perito Moreno al norte de Santa Cruz, donde íbamos a pernoctar. Unos kilómetros antes de llegar sufrí una pinchadura en mi auto y paré a cambiarla con ayuda de Jorge. Apenas lo levantamos con el crique la rueda se descolgó. “Unos kilómetros más y te pasaba lo mismo que mi” sentenció Maggi padre. Con los pocos hilos de rosca que quedaban logramos ajustar la parrilla y llegar a paso de hombre.
Alertados de lo sucedido y considerando que debíamos desandar el mismo camino, al entrar al pueblo vimos un taller abierto con una fosa cavada en la tierra. Con la anuencia de Barboza, Jorge le explicó al mecánico lo sucedido y le ordenó una reparación poco convencional.
_- Suelde con eléctrica las parrillas de los tres autos
-Pero esto va con un bulón si lo sueldo no se va a poder desarmar para colocar el bulón que corresponde- respondió asombrado el hombre.
– Vos no te hagás problema y soldalas con eléctrica así solucionamos el problema.
Una vez terminada la tarea nos quedamos tranquilos de que eso no nos volvería a pasar, y así fue. Al día siguiente con varios grados bajo cero encaramos hacia Río Gallegos cargando combustible en Tres Lagos (nafta común) que mezclamos con la súper que llevábamos en los bidones. Tras el descanso hicimos fotos turísticas en Calafate (fuera de programa) y luego en Punta Loyola a pocos kilómetros de la capital santacruceña, lugar donde finalizaba la RN40 sur. El retorno a Mendoza fue más tranquilo, salvo un par de roturas de neumáticos (el ripio no perdona). Aún nos quedaba por delante el tramo norte hasta Abra Pampa, poco antes de La Quiaca, donde finalizaba la RN40 para unirse a la RN9. En los caminos del norte, con largos tramos de asfalto, el ripio es mucho más benévolo, menos agresivo y con superficies más parejas anchas. Nos quedaba el desafío de Abra del Acay (Salta) a 4.895 m.s.n.m. altura en que los motores pierden rendimiento por la falta oxígeno (al igual que los conductores…) que nos obligó a utilizar las máscaras para luego descender por un tortuoso y angosto sendero bajando hacia San Antonio de los Cobres. Cubierta la distancia a La Quiaca decidimos volver hasta Cachi por asfalto evitando la trepada a los 5.000 metros. Durante la ida los motores habían sufrido la falta de potencia y en muchos casos tuvimos que conectar la primera marcha en varios sectores empinados y con evidentes fallas que nos presagiaban que los motores si cantaban el “no va más” no sería fácil ponerlos nuevamente en funcionamiento.
Lo que nos restaba, pasando otra vez por Mendoza, y encarar hacia Buenos Aires era un simple trámite después de lo vivido en el tramo patagónico. Como remate de esta nota vale la pena conocer algunos números del operativo. En total recorrimos 12.566 km de los que 9.272 fueron cubiertos en la RN40 y un tiempo de 114 horas 08 minutos. El consumo final de los tres autos fue a 3.203 litros de nafta y a un promedio de 11,5 litros/100 km. El tramo más veloz de asfalto fue entre Tecka, al sur de Esquel, y Gobernador Costa a 168,7 km/h favorecidos por un importante viento de cola. El más lento: Cafayate-Salta a 69,2 km/h.
Otra época en que los radares no existían y las largas rectas patagónicas, además de las grandes distancias, llamaban a superar los límites.