Manejando un Porsche 911 turbo en los alpes austríacos
Nuestro director nos recuerda cuando viajó a Alemania hace casi 30 años para la presentación de una renovada versión del emblemático deportivo de Porsche. ¡No te la pierdas!
Fue a comienzos de los 90. Porsche presentaba en Alemania la nueva versión del 911 a nivel mundial. La prensa internacional se hospedaba en un castillo medieval transformando en hotel en las afueras de Stuttgart. Tras la cena de bienvenida, al día siguiente estaba programado el test-drive que incluía caminos de montaña que serpenteaban por valles y colinas dignas de los cuentos infantiles con dispersas casitas de ensueño formando parte del paisaje hasta cruzar la frontera y pernoctar en un encantador pueblo de Austria al pie de la montaña.
Temprano por la mañana, luego del desayuno, salimos a los jardines donde nos esperaban una veintena de Porsche 911 Turbo de todos los colores imaginables. Una vez entregadas las llaves a cada uno de los conductores, tomé contacto con la reluciente unidad que me asignaron.
El recorrido era relativamente largo y entregaron un «road-book» con las indicaciones de los distintos caminos a transitar. Con ese tipo de autos superdeportivos no es cuestión de sentarse al volante, girar la llave y arrancar. No, hay que tomarse unos minutos para conocerlo, ubicar la butaca en la posición correcta, los espejos, tantear el embrague, el pedal de frenos y familiarizarse con los comandos, el selector de cambios, etc.
Fuimos saliendo en fila de a uno ubicándome detrás de un Porsche 911 amarillo. Cruzamos la parte urbana del pueblo y enfilamos hacia los caminos que nos llevarían Austria con un par de detenciones para un refrigerio. Una vez en la ruta, en estado impecable aunque de doble mano, me puse a la cola del amarillo. Podía ser un experimentado sujeto o uno con escasos conocimientos de sus limitaciones –que los hay en buena cantidad- y de lo que significaba manejar un Porsche 911 a ritmo veloz.
Apenas entramos en la zona sinuosa noté que quien me precedía no era un novato ni un improvisado. Encaraba las curvas a buena velocidad, frenaba encima de los virajes del angosto camino de montaña, bajaba cambios con precisión y aceleraba sin piedad en las zonas que lo permitían. Para mis adentros me dije: “Ojo, este tipo maneja en serio…”.
Seguí a su cola tomando distancia prudencial, unos cien o ciento cincuenta metros ante la posibilidad de que cometiera un error y me lo llevará puesto en una curva ciega. Pero eso no sucedió, llevaba el auto por las trayectorias ideales sin perder motricidad ni corregir espantadas del indócil tren posterior de los Porsche de esos años. Aplicaba la potencia (unos 400 caballos) en el momento justo cuando encaraba un tramo recto que por otra parte no eran muchos.
Luego de una hora de seguir al 911 amarillo que me obligaba a exigirme al máximo de mis posibilidades al volante, quería saber quién era el “misterioso” conductor. Llegamos a un pequeño pueblito de montaña donde hicimos una parada y me acerqué para conocer al conductor y tras la presentación de rigor le comenté:
-Me veo obligado a felicitarte por tu estilo, seguridad y capacidad al volante, algo que no es habitual…
-Jaja…muchas gracias, soy Bob Sharp y trabajo en medios brasileños desde hace algunos años pero debo reconocer que me halaga tu comentario, sin embargo yo te miraba por el espejo y venías al mismo ritmo por lo tanto tampoco sos un novato…- me dijo con una amplia sonrisa.
-Puede ser pero no era lo mismo seguirte que abrir el camino… lo mío era más fácil porque te tenía como referencia en las zonas de frenaje, trayectorias y velocidad en curva- confesé con absoluta sinceridad.
Semanas más tarde me enteré que era uno de los periodistas del auto más respetados de Brasil. A partir de este relato que viví a bordo de esa última versión del Porsche 911 comenzamos una entrañable amistad que continúa hasta el día de hoy. Porque además de ser un maestro al volante es un gran tipo, el que hace treinta años me dio una clase magistral de manejo en los Alpes austríacos.
En abril de 1966 ingresó a Editorial Abril como integrante del equipo periodístico de Corsa, revista especializada en el automovilismo deportivo. Dieciocho años más tarde pasó a ser editor de la revista Parabrisas en su relanzamiento hasta que en 1990 se retira y se transforma en uno de los fundadores de la revista Auto Test. Falleció el 4 de mayo de 2022, dejando un legado imborrable en la industria automotriz.
Cumplió más de 50 años de actividad en el periodismo especializado a lo que suma una breve carrera deportiva al volante de distintas marcas en la categoría Turismo además de haber recorrido cientos de miles de kilómetros por caminos de Argentina.