Menem y la historia de la Ferrari más polémica del país
Te contamos la historia de la que, posiblemente, fue la Ferrari más polémica de nuestro país. Todos los detalles.
Una Ferrari 348 TB de color rojo conducida por el entonces presidente de la Nación a más de 200 km/h en plena ruta argentina se convirtió en uno de los hechos más recordados -y controversiales- de la década menemista.
Te puede interesar:
El nuevo SUV de Ferrari: V12 de más de 750 CV y hasta escapes de oro
Con el estreno reciente de la serie biográfica de Carlos Menem en Amazon, vuelve al centro de la escena una historia que reúne política, ostentación y autos deportivos en un contexto donde los límites del poder se desdibujaban sin control.
Y desde el vamos la serie generó polémica por un error que solo notarán los más fierreros y los fanáticos del “cavallino”: la Ferrari que se usó para grabar la serie no es una 348, sino que se trata de una F355, que se produjo desde 1994 como el reemplazo natural de la 348.
Pero no vamos a hacer hincapié en este error, sino que aprovechando un video de Damian Kuc para su canal Historias Innecesarias, repasaremos varios datos interesantes sobre “la Ferrari de Menem”, cómo llegó a sus manos y qué pasó una vez que la vendió.
El 3 de enero de 1991, Carlos Saúl Menem protagonizó una escena que marcó la historia argentina: al volante de su Ferrari 348 TB de 1990 recorrió los más de 350 kilómetros que separan la residencia de Olivos de la ciudad balnearia de Pinamar en apenas dos horas, sin pagar peajes y a una velocidad cercana a los 200 km/h.
El viaje, realizado con total despreocupación por las normas de tránsito, fue filmado por los medios y asumido sin tapujos por el presidente, quien al ser consultado por la imprudencia respondió con una frase que sintetizaba el espíritu de la época: “Soy el presidente”.
La Ferrari en cuestión no era un simple vehículo presidencial. Se trató de un regalo de un empresario italiano llamado Massimo del Lago, que por esos días aspiraba a quedarse con la licitación para construir una autopista en el conurbano bonaerense. La relación entre el obsequio y la posible concesión levantó sospechas de coima por parte de la oposición, que denunció que el auto no debía ser considerado un presente personal sino patrimonio del Estado.
Te puede interesar:
Pusieron un motor de Tesla en una Ferrari y este es el resultado
La presión mediática y política forzó a Menem a desprenderse del auto pocos días después. No sin antes defenderlo con una nueva frase que también pasaría a la historia: “Y la mía es mía, me la donaron a mí, yo no veo por qué la tengo que donar”. La Ferrari fue finalmente subastada, pero el proceso inicial fracasó por falta de interesados. Con una base de 120.000 dólares, el precio resultó demasiado alto para el primer intento de remate, que fue levantado en pleno auditorio del Banco Ciudad.
Un año más tarde, en 1992, la Ferrari volvió a ofrecerse al mejor postor. Esta vez sí aparecieron candidatos. El vehículo, con apenas 1.300 kilómetros recorridos y un motor V8 de 300 caballos de potencia, fue adquirido por tres socios oriundos de Chivilcoy por 135.000 dólares. El plan de los flamantes dueños era organizar un sorteo para recuperar lo invertido, pero la iniciativa fracasó: el precio de los números era tan alto que no lograron vender suficientes rifas.
Uno de los miembros del trío era Jacinto Corrado, extécnico del club Huracán de Chivilcoy. Entre los oferentes derrotados estuvo Jacobo Winograd, quien no ocultó su frustración por no haber ganado, aunque celebró que el auto “quedó en el país” y, según sus palabras, “aportó un granito de arena”.
En diciembre de ese mismo año, los socios vendieron la Ferrari a un empresario mendocino, dueño de la bodega Garbin. Utilizó el auto como estrategia de marketing para su vino “Pico de Oro” y volvió a rifarlo. Durante tres años, la Ferrari fue transportada en camiones a lo largo de Mendoza como parte de la promoción. Finalmente, el ganador del sorteo fue Carlos Villalba, residente de Ciudad Evita.
Villalba no tenía intención de quedarse con el auto. En 1996 publicó clasificados en los diarios y lo vendió a Hernán Simino, empresario italiano fanático de los autos deportivos. Simino fue el primer propietario que realmente disfrutó del auto durante más de una década. Incluso permitió que Michael Schumacher la condujera brevemente durante una exhibición en el Autódromo de Buenos Aires.
Hacia mediados de los 2000, la crisis económica del país empujó a Simino a venderla. En 2006, la Ferrari pasó a manos de Juan Napoli, luego a Héctor Méndez (presidente de la Unión Industrial Argentina) y finalmente, en 2015, a su último propietario conocido: Aldo Rocchini, dueño de la empresa Extragas. Desde entonces, se la ha visto ocasionalmente en eventos privados como Auto Clásica, pero su paradero actual permanece bajo un hermetismo total.
El escándalo de la Ferrari no solo sacó a la luz los excesos del poder en los años 90, también fue el puntapié para sancionar la Ley 25.188 de Ética en el Ejercicio de la Función Pública, que prohíbe a los funcionarios aceptar regalos que no sean incorporados al patrimonio estatal. Aunque su aplicación ha sido discutida en la práctica, la historia del auto de Menem se convirtió en caso testigo de las contradicciones entre la ostentación personal y las responsabilidades públicas.