¿Cómo era la Fórmula 1 en los 70?
Experiencia en primera persona de cómo se vivían las carreras de la máxima categoría a fines de los 70. ¿Qué opinaba Carlos Figueras? ¡Mirá!
Quiero aclarar que no soy de los que piensan que “todo tiempo pasado fue mejor”. No fue ni mejor ni peor, simplemente fue diferente. Algo similar sucede en la Fórmula 1. Por mi actividad me tocó ser enviado a Europa en varias oportunidades a mediados del 70 y comienzos de los 80 para cubrir las carreras de F1 y F2 Europea.
La tecnología no había avanzado a los niveles actuales, no existía la comunicación por radio entre los boxes y pilotos y tampoco la telemetría, mientras que los neumáticos estaban desarrollados para que duraran hasta el final de la carrera, salvo algún imprevisto. El tema aerodinámico se tenía en cuenta pero no era definitorio en el resultado de una competencia como lo es hoy. Las diferencias de vuelta se medían en segundos y no en milésimas.
El ambiente en los boxes (ahora los llaman paddocks) era mucho más distendido, relajado. El periodismo (como en mi caso) tenía acceso sin limitaciones a las zonas “calientes”. Todo lo necesario para quedar acreditado era enviar un telex al organizador del GP (sí, no existía internet ni fax y no había teléfonos celulares). Presentando la copia enviada y las credenciales habilitantes, nos entregaban el pase con acceso libre.
Se notaba que entre los mismos pilotos existía una relación laxa, amistosa en algunos casos, y la competencia sólo se manifestaba en la pista. Tampoco había una danza de dólares como actualmente, en la que un piloto firma contratos por 50 millones de euros. Casi todos eran profesionales pero los valores eran otros. Y permítanme ir un poco más allá para que sirve como ejemplo: ¿Cuánto ganaba por año Jim Clark, dos veces campeón mundial, Graham Hill o John Surtees? Mucho menos de diez veces que lo embolsado por Hamilton en una temporada.
Recuerdo que en 1977 antes del GP de Sudáfrica en Kyalami, el proveedor de neumáticos de la Fórmula 1 realizó un test de varios días previos a la carrera. Como existían dudas acerca de la duración del caucho al cabo de los 300 km de carrera, varios equipos ensayaron el cambio de ruedas en el menor tiempo posible. ¿Cuál fue el más rápido ante el asombro de muchos? Ferrari, que cambió los cuatro en menos de ¡15 segundos! Hoy lo hacen en poco más de 2 segundos.
Esto marca en cierta forma la diferencia entre aquella Fórmula 1 y la actual. Todo es vértigo, las diferencias en milésimas de segundo definen una posición. Precisamente en esos test de neumáticos estuve presente. Todos los pilotos se alojaban en el exclusivo Kyalami Ranch con pileta, saunas y cancha de golf. Junto a Ricardo Delgado, que hacía de fotógrafo y periodista, parábamos en el hotel Carlton en el centro de Johannesburg, ciudad a la que llegamos tras haber disfrutado de un viaje en primera clase de South African ya que no había plazas disponibles en turista. Fueron años del dólar barato de Martínez de Hoz y era menos oneroso pasar una semana en Sudáfrica que quince días en Mar del Plata.
Luego de haber cenado la noche anterior en una trattoria italiana con Franco Lini y Mario Andretti, al día siguiente me encontraba sentado en el guardrail de espaldas a la pista frente al box de Ferrari y en un momento, mientras encendía un cigarrillo (que raro, no?) se sienta a mi lado Niki Lauda.
Tras el saludo y un largo silencio iniciamos un breve diálogo al que se fueron sumando James Hunt, Emerson Fittipaldi, John Watson y Gunnar Nilson, entre otros… ¡y yo en el medio! Otro de los aspectos que demuestra cómo era la F1 de esos años es el asado que comenzamos a organizar con los pilotos de F1 y que se transformó en un clásico cuando se disputaba el GP de Argentina.
Vale aclarar que la revista Corsa en las épocas de Editorial Abril con don César Cívita al frente era referente indiscutible del automovilismo de los 70 con ventas semanales del orden de los cien mil ejemplares. Hoy sería impensado hacer un asado en una quinta de Torcuato que alquilábamos con mi amigo Marcelo Tornquist al que concurriesen los pilotos de Fórmula 1. Pero en esa época fueron varios los que dieron cuenta de las carnes a la parrilla.
Entre los habitués se encontraban el tano Franco Lini (que había sido Director Deportivo de Ferrari en los 60), Emerson Fittipaldi y su hermano Wilson, Gilles Villeneuve, Jody Scheckter, Clay Regazzoni, Derek Daly, Elio De Angelis y hasta Divina Galica, una inglesita que tuvo un paso breve por la Fórmula 1 sin mayores resultados. Mi amigo Marcelo intentó esa noche algún tipo de acercamiento con la británica pero al rato se acercó Wilson y le dijo en voz baja: “No pierdas el tiempo…tiene otros gustos”. Hoy, el Inadi tomaría carta en el asunto…
En muchas ocasiones me tocó convivir en el mismo hotel con los equipos de F1. Una de ellas fue en el GP de Alemania del 79 que se disputaba en Hockenheim y, como ya era habitual, reservaba siempre en el Lowe de Schetzingen, un pequeño pueblo cercano al circuito con un hotel que era atendido por su dueña con excelente nivel de gastronomía. Allí mismo se alojaba el equipo Ferrari en los años de Villeneuve y Scheckter, con quienes desayunábamos mesa por medio manteniendo amenos y circunstanciales diálogos antes de dirigirnos al circuito.
Un año antes la editorial había firmado contrato con el periodista británico Mike Doodson, que además manejaba la prensa de Alan Jones en el equipo Williams. Ofrecía a distintos medios del mundo una columna que escribía con la firma del piloto australiano después de cada GP.
Me encontraba en Europa cubriendo la F1 en el circuito de Paul Ricard (Le Castellet) y, precisamente, Jones fue el ganador. Tras el festejo en el podio ingresó al motorhome de Williams y todos los periodistas, me incluyo, estábamos en la puerta al acecho de las declaraciones del ganador. Ante mi sorpresa –y la de todos mis colegas foráneos entre los que estaban tipos respetables como Bernard Cahier, Franco Lini, Paul Frére, etc- Doodson asoma la cabeza y me hace señas para que entre antes que el resto. Como buen “business man” británico me hizo pasar primero para mantener una breve charla con Alan Jones porque pertenecía al medio que le giraba 2.000 dólares por columna.
Recuerdo que unos meses antes, cuando se disputaba el GP de Argentina 1980, con mis compañeros Germán Sopeña y el “Barba” Sánchez Ortega compartíamos un almuerzo en “Down Town Matías” de la calle San Martín con el simpático australiano que se manifestó, entre otras cosas, como un gran “drinker” de cerveza. La única definición que logramos acerca de su coequiper en ese momento (Reutemann) fue lacónico: “Es un buen compañero de equipo”. Luego la charla tomó rubros mundanos, distantes del mundo de la Fórmula 1.
Ya que nombré a Paul Frére, nacido en Francia pero belga por adopción, venía de ganar las 24 Horas de Le Mans de 1960 con Ferrari junto a su compatriota Oliver Gendebien. Por razones poco claras aceptó integrar el equipo NSU con su modelo Prinz que decidió enviar un equipo oficial para participar en GP Standard de la Argentina.
Avanzados los 90, Frére ya ejercía la profesión de respetado periodista del automóvil. Me acerqué a saludarlo y le recordé su presencia en Argentina como piloto oficial del equipo NSU. Se sonrió, desvió su mirada y me dijo con ironía: “Si, es algo que prefiero olvidar en mi carrera deportiva”. De ganador en Le Mans y piloto de F1 había aceptado sentarse al volante de un pequeño auto de 40 caballos que apenas superaba los 130 km/h. En esa misma carrera también formaba parte del team el alemán Edgar Barth que fue Campeón Europeo de Trepada de Montaña y piloto en Fórmula 1 con Porsche.
Ese fue el automovilismo que viví. Cuando la Fórmula 1 era otra, ni mejor ni peor. Distinta, pero también más humana.
En abril de 1966 ingresó a Editorial Abril como integrante del equipo periodístico de Corsa, revista especializada en el automovilismo deportivo. Dieciocho años más tarde pasó a ser editor de la revista Parabrisas en su relanzamiento hasta que en 1990 se retira y se transforma en uno de los fundadores de la revista Auto Test. Falleció el 4 de mayo de 2022, dejando un legado imborrable en la industria automotriz.
Cumplió más de 50 años de actividad en el periodismo especializado a lo que suma una breve carrera deportiva al volante de distintas marcas en la categoría Turismo además de haber recorrido cientos de miles de kilómetros por caminos de Argentina.