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Opinión: ¿qué pasa con los conductores de pick ups?

Dos pick ups hicieron trompos sobre una laguna congelada en el sur del país y reavivaron el debate sobre la cuestionable conducta de sus conductores. ¿Solo son los dueños de Amarok?

Opinion pick ups conductores

Este fin de semana las redes sociales explotaron otra vez. En esta ocasión, los protagonistas no fueron ni autos deportivos ni motos en picadas clandestinas, sino -una vez más- usuarios de pick ups, que decidieron transformar un área natural protegida en su pista de exhibición personal. ¿El escenario? La Laguna Corazón, en Villa Pehuenia en el sur de nuestro país, posiblemente uno de los lugares más espectaculares del planeta. ¿Los vehículos? Dos camionetas 4×4, en este caso Toyota Hilux.

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Las imágenes registradas por los propios testigos no dejan lugar a la imaginación: maniobras temerarias, trompos sobre el hielo, gente alentando desde la costa y una falta absoluta de conciencia ambiental. Todo esto dentro de una reserva natural donde, como se puede suponer, este tipo de prácticas están terminantemente prohibidas.

Los guardaparques, con justa razón, denunciaron el hecho y compartieron su indignación por lo sucedido. Pero más allá de la gravedad de esta conducta puntual, el episodio vuelve a abrir un interrogante que, al parecer, nos negamos a resolver: ¿por qué buena parte de los usuarios de pick ups en Argentina se comporta como si las normas no aplicaran para ellos?

Ya lo vimos en rutas y autopistas: Amarok, Hilux, Ranger… Da lo mismo. Son pick ups que no sólo dominan el ranking de ventas, sino que también suelen encabezar el ranking de infracciones absurdas. Hacer luces a 150 km/h para que te corras, “pegarse” a centímetros del paragolpes del auto que va adelante o inventar un carril por la banquina parecen ser hábitos adquiridos, casi rituales de iniciación para ciertos conductores. En las redes a los usuarios de Amarok, por ejemplo, ya los apodaron como “Amarokís”.

Lo llamativo es que esa actitud de «correte que paso» no termina en el asfalto. Ahora también avanza sobre la naturaleza. Porque para meterse con una camioneta sobre una laguna congelada no hace falta sólo un vehículo 4×4. Hace falta una dosis considerable de inconsciencia y un ego más grande que la pick up misma.

Y lo más preocupante es que no se trató de una “travesura solitaria”: había un grupo de personas que acompañaba, filmaba y alentaba a los conductores. La lógica de las redes (esa que premia el “contenido viral” por encima del sentido común) terminó transformando un acto irresponsable en un show para compartir. ¿Y si el hielo cedía? ¿Y si alguien salía herido? ¿Y si el daño ecológico era irreversible? Preguntas que, evidentemente, nadie se hizo en ese momento.

Ni hablar de lo que sucede cada verano en la costa atlántica en la zona de los médanos de Pinamar, más conocida como “la Frontera”. Picadas, UTV, menores a bordo de cuatriciclos sin casco y cualquier otra infracción que se te imagine. Y, lamentablemente, nadie controla y por eso todas las temporadas ese lugar es tierra de nadie.

No se trata de criticar a las camionetas ni a quienes las eligen por necesidad o gusto. El problema, como tantas veces, no está en el vehículo sino en lo que hay entre el volante y la butaca izquierda. Porque así como hubo un tiempo en que se hablaba de los «Boraludos» por los usuarios del Bora y Vento que creían estar en el Gálvez cada vez que pisaban una autopista, hoy parece que aquellos dueños evolucionaron en una nueva especie en peligro de sentido, que después una laguna con una pista de pruebas y un espacio natural con su patio de juegos.

A ellos van dirigidas estas líneas. A los que creen que tener una 4×4 los exime del respeto por los demás -y por el entorno-. No, no son todos, claro que no. Pero son muchos. Demasiados. Y están dejando huella, lamentablemente no sólo en el asfalto, sino también en el hielo.