Operativo Ruta 40 con Ford Escort GHIA: alconafta
Carlos Figueras nos cuenta su operativo a bordo de un Ford Escort Ghia 1.6 de 74 CV a semanas de haberse presentado.
Por Carlos F. Figueras
Hace más de treinta años, a fin es de 1988, planifiqué uno de los tantos operativos especiales que realizamos por la Ruta 40. Hacía unas semanas se había presentado el nuevo Ford Escort Ghia 1.6 de 74 CV, en esos momentos producido por la empresa Autolatina fusión entre Volkswagen y Ford. Aprobado nuestro proyecto nos entregaron tres unidades y nos acompañaría un vehículo de apoyo a cargo de dos mecánicos de la empresa. Las duplas de tripulantes estaban conformadas por Maggi-Neira, Pisani-Figueras y Albonetti-Iglesias.
El trazado de la RN40, por esa época tenía el mojón del Km0 en la ciudad de Mendoza y se dividía en zona norte (Abra Pampa) pasando por Abra del Acay a casi 5.000 de altura y el sector sur que finalizaba en Punta Loyola a unos kilómetros de Río Gallegos. Primero cubrimos la parte norte en la que sufrimos varias roturas de neumáticos ya que el protocolo interno de Ford no permitía que se los equipara con cámara y eran muy pocos los tramos de asfalto. Pero ese no fue el único problema, tuvimos que bajar bolsas de bórax de un viejo camión Fiat que no podía trepar la Cuesta de Muñano por el excesivo peso bloqueando el camino. Bajamos –mejor dicho, tiramos a la banquina- más de 1.500 kilos hasta que pudo correrse a un costado y pudimos seguir bajando rumbo a Abra Pampa final de la RN40 norte.
Sin embargo, la gran sorpresa la vivimos en el sur. Teníamos perfectamente organizadas las cargas de combustible ya que en esos años las estaciones de servicio eran muy pocas. Incluso llevábamos un bidón de 10 litros en cada auto. Nuestros cálculos indicaban que podíamos llegar hasta El Calafate pero el ripio pesado y un impresionante viento en contra elevó el consumo de manera significativa. Los mapas indicaban que el Tres Lagos había donde repostar. Para colmo a nuestro auto, las piedras habían cortado los flexibles de freno dejando al Escort sin pedal lo que nos obligaba a reducir la velocidad con la caja y el freno de mano siguiendo las indicaciones por handy de los autos que nos precedían, en tanto el auto de Jorge Maggi había tenido problemas que solucionó a la altura de Gregores.
La sorpresa fue que la estación de Tres Lagos estaba cerrada y casi en estado de abandono. Con los tres o cuatro litros que nos quedaban no llegábamos a Calafate. El Gringo Albonetti encontró la solución: “Mezclemos unos litros de alcohol de quemar y si vamos despacio, llegamos”. No quedaba otra, eso fue lo que hicimos ya que los bidones ya estaban vacíos. Por supuesto cuando el del almacén de ramos generales se enteró para qué necesitábamos el alcohol el litro subió de precio en forma inmediata. Las botellas mostraban una sospechosa mucosidad en el fondo que de llegar al carburador nos dejaría tirados en plena noche. En el mismo negocio, el Gringo compró un par de medias de mujer para poder filtrar el dudoso alcohol. Un genio…
A paso de hombre y con temor a que el motor cantara el “no va más”, cubrimos los 70 kilómetros que restaban. Ante nuestra sorpresa los motores se la bancaron y a medianoche llegamos a Calafate. Al día siguiente reparamos los flexibles de nuestro auto y encaramos para Punta Loyola con algunos tramos de asfalto. El devastador ripio había quedado atrás hasta llegar a Buenos Aires.