Superautos: hielan la sangre
Sí, especialmente en este lugar (Hockenheim), la puesta de sol te pone de buen humor. Y, por supuesto, los dos héroes aquí presentes, el Porsche 911 GT2 RS y el McLaren 720S, aún más. Con 700 y 720 CV respectivamente, ambos superdeportivos se ponen a prueba y desafían todos los límites.
Para nuestro test comparativo, el GT2 RS viene con la configuración para calle más lenta, tal como llega a los clientes. Es posible controlar el nervioso tren trasero por medio del alerón milimétricamente regulado –entre otras cosas–, pero eso le juega en contra en términos de velocidad. A propósito: en la Parabólica de Hockenheim y ya con el alerón completamente bajo, el Porsche resulta 9 km/h más lento que el McLaren.
El 720S viene completamente despojado de “chiches” y sin el atractivo del tuneado, porque ha sido concebido, desde su mismo origen, como un superdeportivo; lleva en sí mismo un concepto aerodinámico que atraviesa toda la carrocería.
Solo cuando se frena bruscamente se eleva el alerón trasero que, de lo contrario, pasa inadvertido. Sin embargo, si se conduce en modo Track, este dispositivo de frenado llamado Airbrake resulta altamente efectivo, y el 720S se adhiere fabulosamente al piso en curvas peligrosas; exactamente allí, donde el GT2 RS es disfrutable también, aunque con mayor precaución.
Hockenheim, circuito Grand Prix. Ambos se catapultan desde la curva de la horquilla. El Porsche, explosivo, indisciplinado; el McLaren uniforme, sin estridencias. Su turbo lag es más pronunciado que el del GT2 RS. A pesar del nuevo doble turbo, se necesita un instante para que el V8 inicie su trabajo demencial, cuyo sonido parece el de dos cuatro cilindros de un auto de competición. Le sigue un impulso de una tenacidad implacable, hasta que –bang– un toque en la leva del volante dispara la siguiente marcha al árbol de transmisión. ¡Bang! Otro cambio de marcha. Cuando el giro a la derecha nos va acercando a la tribuna Mercedes, el velocímetro marca más de 200 km/h. Toco brevemente el freno. Del lado interno, una pared; del externo, una banquina que no es lo suficientemente generosa, como si la curva fuera un trámite sin importancia.
El McLaren se enfoca y sale suavemente, neutral, sin vacilaciones y con una sensación de total confianza en la dirección. Típico de un auto con estructura de fibra de carbono: todo es absolutamente compacto, sin la más mínima fisura; el piloto recibe cada información directamente desde el tren de rodaje, a través del chasis. Sin rodeos.
¿Y el Porsche? Se inquieta en cuanto doblás un poco rápido; sobre los 180 km/h. Golpe adrenalínico, girar el volante en sentido contrario. ¡Uff…! No hay latigazo como respuesta, por suerte. Salvados. Fue un poco demasiado rápido como para contarlo sonriendo. Genera respeto. Y axilas transpiradas.
Hay que tomar coraje para permanecer en el radio de alcance del McLaren. Sin éxito rotundo: después de todos los esfuerzos al conducir y de todas las acrobacias al volante, el GT2 RS queda en Hockenheim 0,9 segundos por debajo del McLaren.
Al volante, este bólido se siente ligero en las manos; caracolea al subir y al bajar la montaña –casi como jugando–. Cada ejercicio se siente como un logro personal y, a partir de las 3.500 rpm, el motor bóxer de 3,8 litros imita, sorprendentemente bien, el antiguo y querido dialecto del motor atmosférico. Es simplemente fascinante.
Sin embargo, en esas callecitas encantadas, el 720S resulta claramente más estable; como si involucrara mucho más al piloto; como si evaporara las irregularidades del camino en lugar de pasarlas por encima; y como si, después, sus neumáticos traseros se pegaran totalmente al asfalto en vez de perder contacto con el suelo; como si la dirección reclamara sutilmente una pausa pero sin perder compromiso. Otra característica: es como si la caja de doble embrague y siete velocidades bajara las marchas menos impulsivamente. En el McLaren resulta más fácil ir rápido; mucho más que en el Porsche. Y es menos estresante, pero también menos espectacular.
El McLaren se ciñe irrespetuoso la corona de campeones de Weissach, y los supera en su propia tierra. El 720S necesita un segundo menos para acelerar de 0 a 200 km/h. Yendo a la misma velocidad, necesita 10 metros menos para detenerse. En la pista es más veloz. Y, además, es bastante menos costoso (247.000 versus 285.000 euros).
Victoria. Eso debería subir los ánimos; por lo menos, en Inglaterra.
Muy impresionante…Y no nos referirnos a la monstruosa potencia. No. Nos referimos a la maniobrabilidad y a la docilidad en la afinación del McLaren. De hecho, con el potencial de este bólido, los clientes pueden hacer mucho más que salir a mostrar su máquina. Es sencillamente fascinante. Por el contrario, el GT2 RS es el perro salvaje al que muchos le pondrán bozal solo por precaución…